Desde mediados de siglo surgió una tendencia que puso énfasis en la realidad, la descripción del mundo circundante, especialmente de obreros y campesinos en el nuevo marco de la era industrial, con un cierto componente de denuncia social, ligado a movimientos políticos como el socialismo utópico. En pintura destacaron Camille Corot, Gustave Courbet, Jean-François Millet, Honoré Daumier, Adolph von Menzel, Hans Thoma, Ilya Repin y Marià Fortuny. Ligado al realismo estuvieron dos escuelas paisajísticas: la francesa de Barbizon (Théodore Rousseau, Charles-François Daubigny, Narcisse-Virgile Díaz de la Peña), marcada por un sentimiento panteísta de la naturaleza; y la italiana de los Macchiaioli (Silvestro Lega, Giovanni Fattori,Telemaco Signorini), de corte antiacadémico, caracterizada por el uso de manchas (macchia en italiano, de ahí el nombre del grupo) de color y formas inacabadas, esbozadas. En Gran Bretaña surgió la escuela de los prerrafaelitas, que se inspiraban –como su nombre indica– en los pintores italianos anteriores a Rafael, así como en la recién surgida fotografía, destacando Dante Gabriel Rossetti, Edward Burne-Jones, John Everett Millais y Ford Madox Brown.
La escultura se basó igualmente en el fiel reflejo de la sociedad, con predilección por figuras de obreros y personajes marginales. Destacan: Max Klinger, Adolf von Hildebrand, Aimé-Jules Dalou, los hermanos Agapit y Venanci Vallmitjana,Ricardo Bellver, Mariano Benlliure y, especialmente, Constantin Meunier, principal evocador de la figura del proletario, con cierto aire idealizado, el obrero como héroe moderno (El Pudelador, 1884-1888).
La literatura realista se opuso al subjetivismo romántico, defendiendo la descripción rigurosa y detallada de la realidad, con influencia de la filosofía positivista, que consideraba al artista como parte indisoluble de la sociedad, siendo la obra artística un fiel reflejo de los condicionamientos sociales que envuelven al artista. El principal formato realista fue la novela, que destacó por un estilo naturalista que enfatizaba el aspecto cotidiano de la realidad, que era descrita en toda su minuciosidad y fidelidad al mundo real, con descripciones temperamentales de los personajes, de gran prospección psicológica. El autor es un «cronista», que presenta de forma objetiva los hechos, con un elevado componente crítico, de afán reformador. Destacan figuras como: Honoré de Balzac, Stendhal, Gustave Flaubert, Guy de Maupassant, Émile Zola, Giovanni Verga, Giosuè Carducci, Charles Dickens, Alfred Tennyson, las hermanas Emily, Charlotte y Anne Brontë, George Eliot, Fiodor Dostoievski, Lev Tolstoi, Maksim Gorki, Mark Twain, Herman Melville, Henry James, Emily Dickinson, Joseph Conrad, Benito Pérez Galdós, Pedro Antonio de Alarcón, Marcelino Menéndez y Pelayo, Emilia Pardo Bazán, Leopoldo Alas (Clarín), Vicente Blasco Ibáñez, Ignacio Manuel Altamirano, José María Eça de Queirós, etc. También destacan las novelas deaventuras y suspense, como las de Alexandre Dumas (hijo), Emilio Salgari, Jules Verne y Arthur Conan Doyle.
Con el teatro realista nació el teatro moderno, pues sentó las bases del que sería el teatro del siglo XX. Se puso énfasis en el naturalismo, la descripción minuciosa de la realidad, no sólo en la temática y el lenguaje, sino también en decorados, vestuario, atrezzo, etc. La interpretación era más veraz, sin grandes gesticulaciones ni dicción grandilocuente, como en la «representación antiteatral» –actuar como en la vida real, como si no se estuviese en un teatro– de André Antoine y su Théâtre Libre –donde por primera vez se iluminó sólo el escenario, dejando al público a oscuras–. A un periodo prenaturalista corresponden Eugène Scribe, Victorien Sardou y Eugène Labiche. Destacó especialmente el teatro nórdico, con figuras como Björnstjerne Björnson, August Strindberg y Henrik Ibsen. Otros autores fueron: Frank Wedekind, Anton Chejov, Adelardo López de Ayala, Manuel Tamayo y Baus, Àngel Guimerà, etc.
En el terreno de la música, en paralelo al realismo surgió el llamado nacionalismo musical, que supuso el renacer de diversas regiones europeas hasta entonces poco destacadas culturalmente. Heredero de las formas musicales románticas, se revalorizó el folklore y la música popular como portadores de ancestrales valores culturales de todos los pueblos. Destacaron figuras como: Mijaíl Glinka, Modest Mussorgski, Aleksandr Borodin, Nikolai Rimski-Korsakov y Piotr Chaikovski en Rusia; Antonín Dvořák, Bedřich Smetana y Leoš Janáčeken Checoslovaquia; Jean Sibelius en Finlandia; Edvard Grieg en Noruega; Carl Nielsen en Dinamarca; Karol Szymanowski en Polonia; Béla Bartók y Zoltán Kodály en Hungría; Edward Elgar y Ralph Vaughan Williams en Gran Bretaña; Isaac Albéniz, Enrique Granados y Manuel de Falla en España. También en América surgieron las primeras escuelas nacionales: John Philip Sousa en Estados Unidos; Heitor Villa-Lobos en Brasil; Manuel María Ponce en México; Guillermo Uribe en Colombia; Próspero Bisquertt en Chile; Juan Bautista Plaza en Venezuela; Amadeo Roldán en Cuba; y Eduardo Fabini en Uruguay. En ópera, el verismo italiano buscaba en igual medida reflejar la realidad, con argumentos más populares, en ambientes rurales y proletarios, donde los protagonistas son personajes corrientes. Está representado por Arrigo Boito, Amilcare Ponchielli, Ruggero Leoncavallo, Umberto Giordano y, principalmente, Giacomo Puccini (La Bohème, 1896;Tosca, 1900; Madama Butterfly, 1903).
En la danza, el centro geográfico en cuanto a creación e innovación pasó de París a San Petersburgo, donde el Ballet Imperial alcanzó cotas de gran brillantez, con un centro neurálgico en el Teatro Mariinski –y, posteriormente, en el Bol'šoj de Moscú–. La figura principal en la conformación del ballet ruso fue Marius Petipa, que introdujo un tipo de coreografía narrativa donde es la propia danza la que cuenta la historia. Hizo ballets más largos, de hasta cinco actos, convirtiendo el ballet en un gran espectáculo, con deslumbrantes puestas en escena, destacando su colaboración con Chaikovski en tres obras excepcionales: La bella durmiente (1889), El cascanueces (1893) y El lago de los cisnes (1895). A nivel popular, el baile más famoso de la época fue el can-can, mientras que en España surgieron la habanera y el chotis.